Señores y señoras... ¡Sean ustedes bienvenidos!

El bebé recién nacido llora de desconsuelo al darse cuenta de que ha dejado atrás su pequeña cueva de comfort y ha llegado el momento de enfrentarse al exterior. Llora y gime mientras es acariciado y limpiado por una desconocida con un horrible tapabocas. Grita "¡Epa, qué confiancitas, ¿eh?!" y parece no ser escuchado siquiera. Observa horrorizado cómo un energúmeno de cabeza cubierta lo ataca con unas tijeras, cortando de tajo toda conexión con su yo anterior. "¡Eh, no tires eso! ¡Planeaba disecarlo! Ah, mierda... ¿Qué aquí nadie habla español?" Aquel asesino de cordones umbilicales le dice después a su madre, como si todo estuviera bien: "Su hijo está perfectamente sano."

¿Sano? ¿Es acaso una broma? Al pequeño le acaban de horadar el ombligo sin anestesia general, lo trajo al mundo un hombre que vive de toquetear las partes privadas de su madre, su papá coquetea con la enfermera pidiéndole un baño y el trauma que le causará que su primer contacto físico con alguien haya sido una nalgada será irreparable... Ajá, el niño está perfectamente sano, ¡y si mi abuelita tuviera malta sería un corn flake!

A primera vista, el mundo parece aterrorizante. ¿Podrá acaso el niño crecer a salvo? ¿Se convertirá en un flamante empresario o venderá pastillitas de menta en el metro Etiopía? ¿Conseguirá una novia hermosa e inteligente o terminará presumiendo un estandarte con el lema "Hoyo... aunque sea de pollo"? ¿Tendrá una familia feliz o su padre conseguirá al cabo de unos pocos años aquél tan deseado baño de esponja? Todo esto (¡y más!), descúbralo en ...Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake..., éste, su blog, mi blog, nuestro blog... no, de hecho sí es mío.

lunes, 2 de agosto de 2010

¿En qué se nos va el tiempo?

Antes que cualquier otra cosa, pedimos un profundo perdón por nuestra ausencia de prácticamente dos meses. Justamente por eso esta entrada habla acerca del tiempo, aquella escurridiza cuarta dimensión a la que todos temen y respetan, pues es increíble como en un abrir y cerrar de ojos pasamos de jugar con muñecas a vestir mini faldas (no que yo haya tenido dicho cambio, por supuesto... yo aún sigo jugando con mis muñecas). Un instante de descanso se puede convertir en un sueño eterno si no estamos bien atentos, un momento perdido se puede convertir en un vida perdida si no prestamos atención. Y a la vez, hay que estarnos cuidando de no obsesionarnos con este diablillo del porvenir, pues terminamos por desperdiciar cada segundo mientras observamos nuestro reloj de muñeca (reitero, aún juego con mis muñecas).

Somos esclavos del tiempo, nuestra existencia está atada a una cierta cantidad del mismo, que no sólo es limitada sino que es increíblemente corta. Me sorprende por eso cómo puede existir aún el aburrimiento. ¿Cuándo se aburre uno? Cuando uno no tiene nada que hacer, por supuesto. ¿Y cómo es posible que, teniendo tan ridículamente pocos minutos de vida, podamos creer que no tenemos nada que hacer? Hagamos las matemáticas:

-Una persona común y corriente vive alrededor de 80 años...
-Es decir, 29'200 días...
-O sea, 700'800 horas...
-Es decir, 42'048'000 minutos...
-O sea, 2'522'880'000 segundos...

De esto, quitémosle el tercio del día que pasamos babeando la almohada y soñando cosas incoherentes y nos quedan 1'681'920'000 segundos. Y si a esto le quitamos el tiempo que pasamos comiendo y descomiendo (7 años y 160 días, según estadísticas) tenemos 1'447'344'000 segundos, que son 16'751 días de vida. ¿Les suena a mucho o a poco? Si tomamos en cuenta que la mayor parte de los días se nos pasan en unos cuantos programas de televisión, unas visitas al querido Facebook, unas horitas de chatear sobre temas insignificantes y unas largas miradas al vacío, entonces es poco, muy poco tiempo. Y de todas formas, nos aburrimos constantemente, cotidianamente y considerablemente.

¿Quién no ha escuchado las palabras "qué rápido pasa el tiempo, ¿verdad?" en su vida? Porque efectivamente, se nos figura que el tiempo se nos escurre entre los dedos como agua. Y no nos damos cuenta de que el tiempo parece pasar más rápido si miramos hacia atrás y contemplamos todo un desierto de nadas, de vacíos. Si nada ha sucedido, ¿cómo podríamos llenar de algos nuestros recuerdos? Y si los pocos algos que tenemos en la memoria suelen ser algos repetidos, peor aún. ¿Qué pasa entonces cuando intentamos asomarnos a nuestro pasado para encontrar lo productivos que hemos sido a través de nuestra vida? Encontramos solamente capítulos de Melrose Place, una infinidad de grupos de Facebook a los cuales nos hemos unido, una que otra fiestilla donde nos pusimos hasta el gorro como siempre y una que otra charla en el Msn sobre aquellas mismas fiestillas donde nos pusimos hasta el gorro como siempre... Una vida cíclica, que da vuelta en círculo, un ostinato interminable, un loop infinito de ochenta años (infinito en apariencia, ochenta años en realidad).

Y los pocos algos que rellenan los espacios vacíos suelen ser algos sólo aparentemente, pero no en esencia, pues pasamos por la vida como una brocha pasa por un lienzo: sólo por la superficie. De ahí se derivan, por ejemplo, las historias de travesías que parecen ser siempre iguales. Siempre la mención del clima, del comportamiento de la gente, de los lugares que uno TIENE que visitar pero no sabe por qué, de la comodidad del hospedaje. Y, tal vez, en medio de todo eso, la anécdota graciosa que pretende condimentar el recitativo ya mil veces dicho... O también se puede hablar acerca de la escuela, cayendo siempre en la costumbre de echarle pestes al maestro hijoeputa en turno, quejarse de la dificultad supuestamente injusta de los exámenes y chismear acerca de un nuevo amorío (puede ser propio o de cualquier compañero o compañera que tanto el emisor como el receptor conozcan). O (por supuesto) el tema más concurrido de todos, y que ya ha sido mencionado antes en esta misma entrada: la fiestilla donde nos pusimos hasta el gorro como siempre. Y dentro de este rubro, la enumeración infaltable de nuestras grandes hazañas: el número de shots que aguantamos antes de expulsar las quesadillas que cenamos, el número de labios que logramos chupetear antes de recibir una tremenda cachetada (o una tremenda negativa, que viene siendo lo mismo para un don juan empedernido), o bien, el número de veces que marcamos nuestro territorio sobre la vegetación del vecino.

Nuestros límites creativos nos imponen la repetición de nuestros actos en palabras. Y esta repetición es la que hace parecer al tiempo aún más corto de lo que ya es. Pues pasamos un tercio del tiempo haciendo, y dos tercios contando lo hecho.

El aburrimiento es un hábito, perder el tiempo es un hábito, y también ser productivo puede llegar a ser un hábito. Un hábito doloroso de conseguir, pero muy revitalizante. ¿Qué pasa cuando, al mirar hacia atrás, uno se da cuenta de que plagó su día de acción y creación? El día nos parece largo, ancho y alto. ¿Valdrá entonces la pena conseguir dicho hábito? Eso lo decidirá cada quien...

-Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake-

domingo, 30 de mayo de 2010

Sobre el insomnio

¿Qué es exactamente el insomnio? ¿Es físico y tangible? ¿O es abstracto y escurridizo? ¿Es un estado del ánimo? ¿Es una enfermedad venérea? ¿Es un pretexto? Es probable que nadie pueda dar una respuesta satisfactoria a estas preguntas, pero lo que no se puede negar es que el insomnio está entre nosotros. ¿Cómo reconocerlo? No es una tarea fácil.
    Su primera característica es que es un animal nocturno, comparte vida con gatos y murciélagos, y sale a cazar cuando sus víctimas andan babeando la almohada. Es un efectivo cazador, pues sabe que no existe mucha posibilidad de resistencia de parte de los somnolientos vocadillos (sí, vocadillos con "v" chica porque ya me cansé de escribir como se debe).
    Su segunda característica es su eclecticismo, pues no discrimina a la hora de elegir: desde niños a viejos, desde perros a pulgas, todos pueden caer bajo el influjo de este terrible depredador (excepto los osos perezosos, claro, pero a ellos no se les toma en cuenta como seres vivos).
    Su tercera y más importante característica es su curioso modo de ataque. El insomnio utiliza casi siempre el canal de los sueños para abalanzarse contra el objeto de su elección. De esta manera induce al atacado a que despierte. Digamos, por ejemplo, que la víctima está soñando con una fiesta. Repentinamente, comienzan a aparecer exquisitos manjares en una mesa que se encuentra en la esquina de la habitación (sí, la fiesta se ha convertido en un abrir y cerrar de ojos en una reunión en algún cuarto de un hotel barato). El que sueña se encuentra al otro lado de la habitación y ve materializarse poco a poco una pierna de jamón serrano, luego un puerco al horno, luego una manzana en la boca del puerco, luego un gusano en la manzana en la boca del puerco, luego unos cortes argentinos, luego frutas exóticas, luego un bebé al ajillo, luego un payaso que mastica una pata de pollo. Después se percata de que han aparecido tres de sus alimentos favoritos: pato a la orange, cordon blue y vino blanco. Para entonces su estómago comienza ya a crujir y a pedir ayuda desesperadamente. El que sueña intenta acercarse a dichos alimentos, pero sus pies parecen clavados al suelo. Efectivamente, al mirar hacia abajo se da cuenta de que un chimpancé ha clavado sus pies al suelo. Se pregunta: "¿Habrá usado clavos oxidados?" Por suerte, un doctor está en la fiesta (sí, han regresado a la fiesta como por arte de magia) y le aplica seis inyecciones de arroz con leche. Ya tranquilo, voltea hacia la mesa donde se encontraba el banquete y repara en tres ingenieros agrónomos obesos que se atragantan con lo que hay de comer (¿Cómo rayos sabe que son ingenieros agrónomos? Sólo el sortilegio del onirismo puede saberlo).Se le empieza a hacer agua la boca y acto seguido se comienza a ahogar dentro de su propia boca. Entre la desesperación del ahogo y la desesperación del hambre, el insomnio, con todo éxito, logra despertar al perjudicado.
    Éste es el primer paso que lleva a cabo el insomnio para conseguir un ataque victorioso. Ahora el dormido está despierto y ha llegado la hora de mantenerlo en ese estado. ¿Qué sigue? Una intensa actividad neuronal. El insomnio hace todo lo posible para que el ahora despierto comience a pensar demasiado, cosa que no es nada difícil, a decir verdad. Lo único que el atacante debe de hacer es recordarle lo que sucedió en el día con un ligero toque dramático. Pongamos un ejemplo: la víctima estuvo en compañía de una linda chica esa misma tarde, compartiendo risas y buenos ratos. Mientras deambula de un lado a otro de su habitación, intentando relajarse para volverse a dormir, se le mete en la cabeza la idea de que es probable que le guste a esa chica. Acto seguido, empieza a medir los pros y contras y se hace un lío tremendo, pues la chica es su mejor amiga, no quiere lastimarla si todo sale mal, su hermano es un vándalo y le puede hacer daño, a uno de sus amigos también le gusta, etc. Este tipo de dudas bastan para mantener al animal enjaulado en vigilia. Comienza a sudar, va al baño, se toma un vaso de agua, se echa un cigarrito, y se acuesta en su cama a jugar al remolino (a dar vueltas, pues).
    ¿Cuáles son los alimentos del insomnio? El estrés, la tensión, la duda, la gastritis... Y cabe recalcar que este acechador noctámbulo no tiene llenadera. ¿Es lo mismo padecer insomnio que padecer sonambulismo? El Doctor Schwomfeld nos explica por qué no:

-Señor Entrevistador: Doctor Schwomfeld, ¿cuál es exactamente la diferencia entre el insomnio y el sonambulismo?
-Doctor Schwomfeld: Mira, son realmente muy parecidos, pero básicamente tienen un detalle que los diferencia completamente.
-S. E: ¿Ah, sí? ¿Y cuál es?
-Dr. S.: Que en el insomnio uno está despierto, y en el sonambulismo uno está dormido.

    Gracias, doctor, por abrirnos los ojos en esta, la noche más aciaga. Sólo nos queda una cosa más por añadir en esta entrada: ¿existe una solución al insomnio? ¡Por supuesto! La solución es no pensar en absolutamente nada, dejar la mente en blanco, vaciar el disco duro encefálico. Esta misma entrada fue hecha como un contraataque, por lo que usted puede leerla para no pensar en nada. El texto está diseñado para que, al ser leído, inmediatamente el lector quede sin absolutamente nada en la cabeza. Por supuesto está el riesgo de que nunca vuelva a aparecer nada por ahí arriba, pero es un riesgo que vale la pena tomar. ¿Qué es preferible, pensar o dormir? Dormir es definitivamente más cómodo...

...Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake...

    Muy buenas noches, queridos lectores, y dulces sueños.



-Advertencia: La mayor parte de esta entrada fue escrita a las cuatro de la mañana. Si usted la ha leído, lávese los ojos con tíner, queme su computadora y llame a un exorcista. A menos, claro está, que le guste estar en estado vegetal. Nada de lo que está escrito aquí es verídico, sino puramente hipotético. Los ejemplos son meras invenciones sin fundamento alguno (como todo lo que el autor dice, escribe y hace). Gracias por su compresión, digo, comprensión.

viernes, 28 de mayo de 2010

Disertaciones acerca del sentido de la vida.

Todos nos hemos preguntado alguna vez acerca del sentido de nuestra vida. Sabemos que algún día tenemos que morir y sabemos que en menos de cien años para lo único que serviremos es para alimentar gusanos bebés. ¿Será el sentido de nuestra vida alimentar gusanos bebés? Tal vez el libre albedrío es sólo una ilusión, y en verdad estamos aquí como parte de un experimento llevado a cabo por gusanos. ¿Seremos entonces el ganado humanuno que es engordado y cuidado sólo para terminar como platillo principal de una lombriz burguesa? Me niego a ser el plato fuerte en el menú de alguna comida corrida subterrestre. De sólo pensarlo me dan calos fríos, o escalofríos que es lo mismo. "¿Qué desea como tercer plato? Tenemos oreja de Ramis o labio inferior de Ramis o hígado de Ramis." "¿El labio inferior, con qué viene acompañado?" "Con ensalada César." Al menos tendrán el buen gusto de acompañarme con una buena guarnición. ¿Quién diría que después de muerto compartiría estómago con un romano? De por sí, eso de compartir estómago con alguien no lo hubiera imaginado. Espero que la lombriz que me ingiera se lave los dientes a menudo... La verdad es que no sé mucho acerca de los hábitos de limpieza de tales invertebrados.
    Muchas veces, platicando acerca del sentido de la vida con otros seres de mi especie, ha llegado a mis oídos la idea de que estamos en esta Tierra para trascender. Lo que me pregunto es: ¿para trascender a dónde? Y no sólo me lo pregunto, sino que le he preguntado a los demás, y he recibido dos tipos de respuestas distintas:

1.- Estamos aquí para que, a través de nuestras buenas acciones nuestra alma pueda trascender a un mejor lugar (mejor lugar entendido como el Paraíso cristiano o uno de sus sucedáneos, claro está).
2.- Estamos aquí para que, a través de nuestras buenas acciones nuestra persona pueda trascender y ser recordada por siempre por las generaciones futuras (asumiendo que habrá generaciones futuras, claro está).

    Maravillosas respuestas, pero me siguen causando malestar estomacal (como le pasará a la lombriz que se atreva a tragar mi hígado en mal estado). ¿Por qué el guardián de las puertas del Paraíso me dejaría pasar? ¿Quiénes serán los afortunados que puedan estar contemplando al Señor por toda la eternidad? ¿Cuál será el método de elección? Si hacen un examen de catequismo seguro que voy a terminar ardiendo en los fuegos de la perdición. ¿O acaso elegirán dependiendo de la raza? ¿O del sexo? ¿O del color de cabello? Además, ¿en verdad es una buena idea observar a un viejito barbón por toda la eternidad? No sé, ésa no es mi definición de fiesta. Además, ¿cómo saber que nuestra alma quiere trascender? ¿Alguien le ha preguntado? ¿Alguien ha visto un alma trascendiendo? ...
...
...
...

-Ah, mira por allá, justo al lado del balcón rojo, un alma trascendiendo.
-¡No puedo creerlo! Ya me ha tocado ver tres almas trascendiendo en sólo una semana.
-¿Tres? ¡Wow! ¡Tal vez es un presagio!
-¿De qué me voy a morir pronto?
-No, no me refería a eso, sino a...
-Tienes razón... Debe de haber una razón  lógica para esto. Nadie ve tres almas trascendiendo en sólo una semana.
-No, espera, yo decía que...
-Tengo que avisarle a mi madre, para que vaya haciendo preparativos para mi funeral. No quiero que mi muerte le agarre por sorpresa.
-Oye, no digas tonterías, yo quise decir...
-¿Sabes? Al menos tengo un alivio.
-¿Sí? ¿Cuál?
-Al menos sé que mi alma efectivamente va a trascender.
-Sí, bueno, pero...
-En cambio, tú sólo has visto un alma trascender esta semana, seguro te vas al Infierno.
-¿Qué rayos estás diciendo?
-Ah, nada... Es sólo que, creo que es más conveniente que dejemos de vernos.
-¿Qué? ¿Por qué?
-No sé, es que... tú sabes, mi madre me ha dicho siempre que me aleje de las malas influencias. Y digo, creo que alguien que ha hecho un pacto con el Diablo definitivamente cae dentro de la definición de mala influencia.
-¿Pacto con el diablo? ¿Qué sandeces estás diciendo?
-Ya sabes, el primer paso para superarlo es aceptarlo.
-¡Pero no voy a aceptar una idiotez como la que estás ladrando!
-Mmm... ¿Sabías que el comportamiento agresivo es un síntoma de un pacto con el Diablo?
-¿Y de dónde sacaste todo eso?
-De unos libros.
-¿Sabes qué? ¡Yo soy el que ya no quiero verte!
-Típico. Quieres que parezca que fue tu elección para no sentir que eres relegado.
-¡Agh! ¡Me voy de aquí!
-Perfecto. Que tengas un buen día. Yo que tú lo disfrutaría. Dicen que arder en los fuegos de la perdición no es el sentimiento más agradable de este mundo.
-Idiota...
-Chao, pecador.

...
...
...

    Definitivamente, qué suerte que las almas no andan trascendiendo en frente de todos. Qué lío que se ha armado con estos dos...


...Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake...

martes, 18 de mayo de 2010

Para inspirarse como los grandes. Parte I.

¿Qué hacer cuando la inspiración escapa a sus manos? ¿Existe alguna manera de atraerla y mantenerla en su regazo hasta que ya no la necesite? ¿Qué procedimientos existen para refrescarse la maceta y acabar con la sequía? ¿Alguna vez usted ha sentido que, por más que se exprime la cabeza, ni siquiera un barro hace su feliz aparición? Por suerte, sí hay maneras científicamente comprobadas (el que ose decir que no soy un científico se irá al Infierno) de llegar a un estado de inspiración continua, en el cual incluso la persona menos creativa del mundo es capaz de pintar un David o esculpir una Mona Lisa (¡Advertencia! La palabra correcta es "esculpir", no "escupir": evite a toda costa cualquier tipo de confusión). Este artículo en varias entregas los llevará paso a pasito por el camino correcto en la búsqueda de las musas, pues, como dice el conocido refrán, "hasta la musa más apretada afloja de una bofetada".




Para inspirarse como los grandes
-Guía teórico-práctica-
Parte 1



1. Antes que nada, hay que ponernos de acuerdo con la definición de la palabra "inspiración". La RAE dice en su primera acepción que la inspiración es la "acción y efecto de inspirar o inspirarse". Sólo puedo decir que tienen toda la razón.


2. A riesgo de caer en redundancias, creo pertinente ponernos de acuerdo ahora sobre el significado más concreto de "inspirar" o "inspirarse". La RAE dice en su primera acepción que "inspirar" es "atraer el aire exterior a los pulmones".También tienen toda la razón, pero en este caso es más complicado entender qué tiene que ver el aire exterior con la inspiración artística. Con tristeza debo confesarles que la ciencia aún no ha podido resolver este dilema.


3. Alejémonos un poco entonces de este enfoque lingüístico y acerquémonos a lo empírico. He aquí una transcripción de una entrevista hecha por nuestro reportero Antonio García a la señora Beatriz Testoy, la persona que ostenta el Récord Guiness del ser humano que ha permanecido en estado de inspiración continua por más tiempo. Madame Testoy, como le gusta que la llamen, lleva 27 años inspirada, con tan sólo una interrupción de 5 minutos hace 8 años, cuando, en una distracción, prendió por unos momentos la televisión de su casa. Leamos este increíble testimonio:


Antonio García: Madame Testoy, antes que nada, es un honor estar aquí con usted. Me alegra que haya accedido a concedernos esta entrevista.


Madame Testoy:  Querido Toño, el honor es todo mío. Es un sueño hecho realidad el poder colaborar con "...Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake...". Muchas gracias por invitarme. (Se acomoda sus anillos de diamante y sonríe con sus labios botulínicos)


A. G: Al contrario, gracias a usted. Y ahora, para empezar nuestra plática, me gustaría preguntarle algo que seguro estará rondando la cabeza de todos nuestros lectores: ¿Qué se siente estar inspirada?


M. T: Ay, Joaquín... digo, Toño, perdón... es algo que no puedes ni imaginarte. ¡Se siente tan bonito! ¿Alguna vez has tenido hambre y luego comido?


A. G: Ehm... sí.


M. T: Bueno, ¿ves que se te quita el hambre?


A. G: Sí...


M. T: Pues más o menos ésa es la sensación. ¡Jajaja! (Se ríe dejando al descubierto unos colmillos recubiertos de oro) Mira, querido, el estar inspirada es algo del otro mundo. Ahora que estoy continuamente en este estado pienso que toda mi vida anterior fue un completo desperdicio... ¡Gracias a Dios que existen los extraterrestres!


A. G: Perdone... ¿extraterrestres?


M. T: ¿Qué no estabas enterado, bombón? Mi loca inspiración se la debo plenamente a los extraterrestres. Escucha, yo solía ser una chica completamente normal. Hacía lo que todas las chicas normales suelen hacer: me deprimía por mi exceso de peso, me enamoraba de cualquier hombre que me cediera su asiento, espiaba a mis compañeros de clase cuando se duchaban después de la clase de gimnasia, participaba en sesiones sadomasoquistas con mi maestro de matemáticas, etc. Tú sabes, nada especial. Pero un día, los extraterrestres visitaron mi casa... y me llevaron con ellos.


A. G: Disculpe, me da mucha pena preguntarle esto, pero debo de hacerlo: ¿usted es Madame Testoy?


M. T: ¡Jajaja! ¡Qué preguntas, chico, qué preguntas! Como te decía, vinieron los extraterrestres y me llevaron en su nave espacial. (Su cara plastificada se queda unos segundos mirando al vacío) Yo sabía, claro está, que esto tenía que pasar algún día, ya que había recibido infinidad de pistas sobre su visita. Sólo que no sabía que iba a suceder tan pronto. En las películas siempre presentan a los extraterrestres como pequeños hombrecillos verdes de grandes ojos y cabeza ovalada. ¿Pues sabes qué?


A. G: Ehh, ¿qué?


M. T: ¡Son exactamente así! Y me dijeron que mi hora había llegado.


A. G: ¿Su hora de qué?


M. T: ¡Espera, querido, para allá voy! Me dijeron que mi hora había llegado. Mi hora de ser grandiosa. Me dijeron que yo estaba destinada a cosas grandes, enormes. Fue por eso que inmediatamente después de haber regresado a mi hogar, fui a colocarme estos implantes. Pero no sólo me dijeron eso, también me hablaron acerca de la inspiración divina.


A. G: Espere... ¿entonces también los extraterrestres creen en Dios?


M. T: Ay, Roberto, digo, Toño, realmente haces cada pregunta. ¿Pues cómo no va a ser así si sólo existe un Dios verdadero, mi niño? ¿A quién le pedirían los pequeños niños aliens que cuidara a sus padres? ¿Quién les daría el pan extraterrestre de cada día? Si desde que existen las telecomunicaciones Dios ha llegado a todos los rincones del universo.


A. G: Sólo hay una cosa que me confunde un poco. Usted dijo inspiración divina, ¿no es así? Bueno, es que nosotros creíamos que lo que usted poseía era inspiración artística.


M. T: ¿Inspiración artística? ¿Eso existe? ¡Jajaja! (Se ríe escandalosamente, agitando con brío sus gigantescas... inspiraciones divinas. En ese momento aproveché para salir de la habitación y escapar de aquel terrible malentendido)


4. Claramente, el significado de inspiración no es nada fácil de aprehender, pues existen cientas de maneras distintas de estar "inspirado". Lamentamos que nuestra experiencia empírica no nos haya dado las pistas que estábamos buscando. Pero esperamos tener más suerte para la próxima. No se pierda la segunda parte de "Para inspirarse como los grandes", donde veremos lo sencillo que es entrar en estado de inspiración en tan sólo 5 pasos.


    Deseándoles dulces sueños plagados de inspiraciones divinas...

...Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake...

miércoles, 28 de abril de 2010

Correspondencia desde Nebraska

Paul Fonzy desde Omaha, Nebraska nos escribió (ésta es, claro está, una traducción del inglés):

A ...Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake...:

    Antier leí la primera entrega de "Aprendiendo a comunicarse" y la puse en práctica inmediatamente, al principio con ánimos y poco después con frustración. Siempre he sido una persona con graves problemas para comunicarme con los demás: cuando pido la cuenta en un restaurante me traen un pastel y me cantan las mañanitas. No entiendo qué es lo que sucede, la gente parece simplemente no entender nada de lo que les digo. Muchas amigas han dejado de hablarme después de creer que estaba alabando su derrière cuando en verdad sólo les estaba preguntando cuál era la tarea. ¡Hasta me implantaron senos en una supuesta operación para enderezarme el tabique! Mi vida, como pueden ustedes imaginarse, ha resultado una pesadilla... Estudié una carrera que no quería estudiar, trabajo en un lugar que detesto, me casé con una mujer digna de una pintura de Picasso, tengo 3 hijas cuando yo lo único que quería era tener unos canarios... Cada vez que voy de viaje llego a un lugar totalmente diferente del planeado, y he tenido que cambiar ya 6 veces de lugar de residencia porque me resultaba simplemente imposible regresar en avión a donde vivía. Recibo agradecimientos cuando otorgo insultos y recibo insultos cuando otorgo agradecimientos. Una de mis hijas incluso intento suicidarse luego de que le di unas palabras de aliento. ¡Vamos, no puedo ni pedir una pizza, pues le traerían una coca cola grande a mi vecino!
    Es por eso que cuando me enteré de que había un curso totalmente gratuito para aprender a comunicarse, no dudé ni un instante en leerlo. ¡Pero las cosas no parecen mejorar! Nadie parece entenderme de todas maneras: me miran unos momentos con interés y en unos segundos, repentinamente, abren los ojos con consternación. Mis hijas siguen haciendo exactamente lo contrario de lo que les aconsejo y mi esposa se siente ofendida cuando halago su vestimenta. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo solucionar este horrible dilema? ¡Ayúdenme, pues no puedo seguir viviendo así!

-Paul Fonzy-



Querido Paul Fonzy:

    Nos gustaría mucho ayudarte, pero realmente no entendemos cuál es tu problema. Por favor escríbenos cuando tengas un conflicto real.

-...Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake...-

lunes, 26 de abril de 2010

Aprendiendo a comunicarse

-Datos estadísticos: El 94.6% de los intercambios verbales que suceden entre dos o más seres de la misma especie, utilizando un sistema de signos en común que les permita algún tipo de entendimiento, terminará invariablemente girando en torno a alguna experiencia que todos compartieron, por ejemplo, una fiesta que resultó ser un fiasco, bromas de preparatorianos, los bigotes de la madre de un amigo en común, las inmensas cualidades (morales, por supuesto) de la hermana de un amigo en común, la película que fueron a ver todos juntos y que nadie se enteró de qué trataba, etc.

    Las pláticas son entonces un re-make narrativo (y muchas veces ficticio o tergiversado) de nuestras vidas... ¿Son nuestras vidas tan frágiles y falsas que necesitamos reafirmarlas a base de repeticiones? ¿Requerimos concretizarlas y hacerlas factibles reproduciendo un loop infinito de nuestros actos? O tal vez lo hacemos para sentir que existe alguna especie de vínculo con los demás:

-¡Wey! ¿Te acuerdas en la fiesta de Mr. X (en este blog siempre mantenemos el anonimato de la gente) cómo Mr. Y (si hay alguien llamado Y sentimos mucho revelar privacidades suyas) orinó sobre los zapatos del director (nos basamos en un hecho real para conservar nuestra credibilidad)?
-¡Sí, no ma! ¡Estuvo poca madre! ¡Fue inolvidable (o al menos ellos se encargarán de que así lo sea)!

Resultado: Ambos interlocutores creen que:
    1.- Son amigos por haber compartido esa experiencia (la amistad parece consistir en un simple intercambio de tragos y gritos desaforados).
    2.- Lo que sucedió no pudo haber sido un delirio etílico pues los dos fueron testigos (la locura en soledad es insoportable, la locura grupal es presumible).
    3.- Sus vidas son estupendas y emocionantes (si en cada oportunidad nos dedicamos sólo a rememorar lo que pensamos que vale la pena rememorar, entonces parece como si solamente cosas memorables sucedieran a nuestro alrededor).

Recomendaciones:
    1.- Evitar a toda costa las pláticas creativas. Una plática en donde se intentan expresar cosas que nunca antes han sido expresadas en lo único en lo que puede terminar es en tragedia: El receptor se sentirá excluido y fingirá que algo muy interesante está sucediendo en sus uñas.
    2.- No romper la costumbre. ¿Para qué complicarse la vida pensando si podemos conectarnos con el mundo con sólo insistir sobre algo que todos sabemos?
    3.- No meternos en discusiones. Una plática que acepta contradicciones nos puede llevar a enfermar irremediablemente nuestro hígado: ¡Persevera en la charla que sepas que va a recibir un "estuvo poca madre" como respuesta!

    De esta manera evadirás la incomunicación y el rechazo y te convertirás en todo un maestro de la lengua (en todas sus acepciones). ¿Para qué complicarse la vida cuando todo puede ser tan sencillo?

... Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake...


Ramis

lunes, 19 de abril de 2010

"Sobre el remordimiento" o "Sobre el acto de morderse repetidamente la mollera con los caninos superiores"

¿Qué sucede si uno ha hecho algo que no debió de haber hecho? ¿Qué pasa cuando nuestro mundo parece derrumbarse por algo que uno mismo provocó? ¿Vale la pena acariciar con el revólver la sien? ¿Tiene algún caso azotarse con tripas de gato mojadas? El ser humano es experto en remordimientos y todo un maestro del arrepentimiento: cada vez que un hombre estornuda en alguna parte del mundo, otro se arrepiente en un meridiano diferente. Y es por eso que estas preguntas nos parecen afines a todos, pues han cruzado por nuestras cabezas unas cuantas miles de veces en lo que llevamos de vida. "Le debí de haber dicho que se veía guapa", "ojalá y no le hubiera llamado comemierda", "hubiera usado condón", "¿por qué accedí a comerme eso?, "quisiera no haber nacido", etc., son sólo algunos felices ejemplos de la clase de pensamientos que nos acechan en cada acción, aquellos espantapájaros de la relajación. Y es que siempre, por alguna extraña razón, pareciera que justo a nosotros nos toca bailar con la más fea.
    Alguna vez leí por ahí (a veces desearía nunca haber aprendido a leer) que nuestro cerebro se vuelve adicto a las cosas que sentimos. Cuando uno está feliz, triste, enojado, enamorado, deprimido, o alguna otra cosa de esas que según sólo sienten las mujeres y los afeminados, el cerebro libera neurotransmisores que llevan a cabo reacciones químicas (si tan sólo hubiera estudiado química las entendería) que nos llevan, efectivamente, a sentir lo que sentimos. El problema es que si obligamos a nuestra empanada de sesos a liberar continuamente (es decir, una o más veces diarias) el mismo neurotransmisor, entonces nos volvemos adictos a ese sentimiento tan recurrente. ¡Éste es uno de los procesos que llevan a cabo prácticamente todos los candidatos al psicólogo! ¿Qué quiero decir con esto? Que una persona que vive en constante arrepentimiento se volverá dependiente de esa aflicción y buscará cualquier oportunidad para reprenderse severamente por algo hecho. ¿Les suena conocido?
    Y la verdad es que... ¿a quién no le gusta recibir unas palmaditas en la espalda acompañadas del típico "no te preocupes, no fue tan grave"? Nos gusta arrepentirnos para intentar paliar el efecto de lo acontecido, o tal vez para causar lástima y provocar mimos, o incluso para justificar una acción, o también (caso muy común) simplemente porque nos agrada el sentimiento de depresión. ¡Qué rica y cómoda es la depresión, sobre todo servida con leche fría! Hablaría un poco más acerca de este particular estado del ánimo, pero creo que será mejor dejarlo para otra ocasión.
    ¿Cuáles son los grandes miedos que nos llevan a arrepentirnos? El miedo a las repercusiones. O también el miedo a la crítica y al ridículo. "¡Si no me hubiera rapado aquellas viejitas no me mirarían con reproche!"-dice la chica punk. "¡Si hubiera usado un traje negro como todos los demás no sería el único diferente en la foto de graduación!"-dice el chico despistado. Y así, diariamente decenas de miles de chicos y chicas utilizan el pretérito subjuntivo para fantasear con lo que hubiera sucedido si hubieran tomado un camino diferente (si supiera cómo reemplazar el pretérito subjuntivo con otra cosa este texto no sonaría tan repetitivo). ¡Qué rica y cómoda es la fantasía, sobre todo acompañada de pastelillos dulces! Una vez más, creo que dejaremos el tema de la imaginación para otro momento. El punto es que nos encanta inventarnos resultados alternos en un intento (casi siempre fracasado) de olvido.
    Creo que fue Juan Lennon (aquel escarabajo rockero) el que dijo: "Si el problema tiene una solución, entonces soluciónalo; si no la tiene, entonces no te preocupes". Y hay por ahí otro dicho popular (que la verdad es que no sé quién lo dijo, pero podría haber sido alguna otra clase de insecto) que recomienda: "No te preocupes, ocúpate". Estas frases, que son preceptos básicos para el arte de la vida, son ignoradas (premeditadamente) por el grueso de la población. ¡Qué rica y cómoda es la ignorancia, sobre todo sobre una cama de lechugas (apetecería haber cultivado una creatividad más prolija para evitar tanta reiteración)! Pero la verdad (por más que duela) es ésta: lo pasado... ya pasó (y punto y seguido). Sobre lo único que tenemos poder es sobre nuestro presente. Y sobre lo único que el presente tiene influencia es sobre el futuro. ¿Dónde quedó el pasado entonces? Ha sido barrido debajo del diván por la dama barrigona (¡Qué rico y cómodo es el diván para echarse una siesta vespertina!). Y créanme, no vale la pena mancharse la ropa por andarlo buscando boca abajo. Abstenerse les ahorraría el inevitable "si no me hubiera arrastrado por el suelo mi ropa aún serviría".
    Pero bueno, es muy probable que haya pensado en todo esto porque me encuentro bajo medicación, así que duden de cada palabra. Al fin y al cabo la mayor parte de la especie vive libre de preocupaciones y estrés...

...Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake...


    Se ha terminado la entrada del día de hoy, con muchas ideas nuevas para las siguientes. Claramente me arrepiento de haber creado este blog, pues me hará pensar más de lo que de por sí ya acostumbro, pero ya es demasiado tarde para dar un paso hacia atrás. Deseándoles un día repleto de metidas de pata, me despido.

Ramis

martes, 6 de abril de 2010

Acerca del autor

Creí pertinente hacer una ligera reseña acerca de lo que soy, o más bien, lo que creo ser. Porque nadie es realmente lo que dice ser. No somos escritores, ni músicos, ni contorsionistas, ni abogados, ni empresarios, ni presidentes... éstos son sólo nuestros disfraces para el gran baile de máscaras que es la vida. Y en este baile nos acercamos a alguien más con un pasito de cancan y le presentamos nuestra brillante y libelulesca máscara dorada que dice: "Soy un doctor". Es un proceso idéntico al que sucedía cuando de pequeños jugábamos a la escuelita y proclamábamos con orgullo: "¡Yo seré la maestra!" (No que yo haya jugado a la escuelita, claro está: yo respetaba mi rol masculino y me limitaba a divertirme con una cocinita y un delantal). Realmente la única diferencia es que en esta ocasión, si ese alguien más se niega a validar nuestro papel como doctores, tenemos un documento que lo comprueba, firmado ni más ni menos que por un monigote que dice que es el rector de una universidad. Claro que se nos puede también cuestionar si aquel hombre tiene realmente el poder de proclamarnos doctores, pero en ese caso nuestra reacción más probable sería llorar de impotencia  y acusarlos con nuestra mamá (¿Lo ven? ¡Es igualito al juego de la escuelita!). Y es que si algo es seguro es que el llamado homo sapiens sapiens no puede soportar que lo cuestionen:

-¡Si mi máscara dice que soy un doctor, entonces soy un doctor!-grita indignado.

    Está bien, está bien, perdona nuestro escepticismo. Es sólo que... ¡habíamos olvidado que todo lo que está escrito sobre un pedazo de cartón se vuelve inmediatamente una realidad irrefutable! En fin, yo aún no estoy muy seguro de qué es lo que dice mi máscara, si es que ya dice algo. Me da terror quitármela para leer lo que esté escrito en ella, no sé si por miedo a enterarme de cuál es mi rol en la suciedad (ejem... ¡sociedad!) o por miedo de que los demás me vean fuera de mi trinchera de celulosa y crean que no tengo personalidad. ¿Qué me gustaría que dijera? Uff, eso es todavía más complicado de responder. Si un día se nos acercara alguno de los tantos dioses creadores que ha habido (Quetzalcóatl, Yavé o Walt Disney por poner algún ejemplo) y nos dijera "te doy la maravillosa oportunidad de que tu máscara diga exactamente lo que tú quieras que diga, sin temor alguno, sin represalia alguna, sin trámites necesarios"... ¿qué haríamos? Seguramente entraríamos en pánico ante la responsabilidad de una decisión tan apabullante. Tartamudearíamos, nos secaríamos el sudor de la frente, tragaríamos saliva y pensaríamos (tú, yo, él, nosotros, ellos): "¿Lo que yo quiera? Qué lío... Veamos, cuando era pequeño quería ser bombero, o astronauta, o barrendero. Mis gustos han cambiado con los años, por fortuna. En la secundaria me hubiera gustado ser jugador profesional de fútbol... ¡o rockstar! Claro que sólo era por las chicas, porque soy tan músico como mi perro es republicano, y no tengo perro. En la prepa tenía grandes planes: el premio Nobel de física y una esposa con un físico de Nobel. Lástima que mi intelecto y mi belleza siempre han sido... moderados. Por un momento estuve a punto de arriesgar el pellejo y estudiar lo que a mi madre le gusta llamar "licenciatura en dibujitos", o sea, píntura, pero está claro que hubiera terminado desayunando mendrugos de pan pasados con agua de la llave. Y aquí estoy, estudiando Administración del Conocimiento y con un millón de planes frustrados. ¡¿Cuál de esos tantos planes será el que me haga feliz?!".

   Después de mucho divagar, de excavar el cerebro, de apretar los bordes del sillón hasta dejar marcas permanentes, la mayoría de la gente se daría cuenta de que es una decisión demasiado complicada y desistiría en su intento de respuesta. ("Bah, Administración del Conocimiento no está tan mal... Administro el conocimiento, ¡eso me hace una especie de intelectual!") Acto seguido, remarcaría su máscara con plumón indeleble y le sacaría los ojos a cualquiera que se atreviera a cuestionar su profesión. Pero bueno, al menos estaría en paz consigo mismo...

    ...Y si mi abuelita tuviera malta, sería un corn flake...

    En fin, se ha terminado el tiempo (por suerte, sólo figuradamente hablando) y es hora de cerrar esta entrada. Siento no haber hablado realmente sobre mí, ojalá y eso pueda suceder algún día (aunque tal vez este texto sí les haya dado alguna idea de aquello a lo que están enfrentando). Deseándoles una noche obscura y efímera, me despido.

Ramis